El Proceso a Theodor Reik. 

Harald Leopold‑Lowenthal
En octubre de 1926, Karl Kraus hizo aparecer en su revista, Die Fackel, un artículo titulado «Perturbaciones en el turismo local». He aquí lo que escribió al respecto:
Ya no se puede hoy negar que el aumento del número de turistas no se deba hasta cierto punto al psicoanálisis. Esto no excluye naturalmente ciertos malos entendidos, como aquel que incitó al Cónsul de los Estados Unidos a atacar a un especialista del alma, porque, en un caso preciso, estimaba que los honorarios percibidos de parte de un cliente del hotel no guardaban relación con el éxito de la cura.

El «especialista del alma» así censurado no era otro que Theodor Reik, miembro desde 1911 de la Asociación vienesa de Psicoanálisis. Había hecho sus estudios en Viena ‑en germanística y en literatura francesa‑ y era uno de los más cercanos colaboradores de Sigmund Freud. No era precisamente médico, lo que terminó por desencadenar un procedimiento administrativo penal, que se ha mencionado frecuentemente bajo el nombre de «proceso», si bien no hubo procedimiento judicial. Este asunto fue tratado por la administración austríaca frente a una sede judicial local. No ha sido posible todavía encontrar las actas concernientes al Dr. Reik; puede suponerse que han sido destruídas al término de un cierto lapso.

El caso Reik desencadenó una considerable ola de reacciones en la prensa austríaca. He aquí la opinión de Karl Kraus al respecto:La prensa, que toma partido por la libertad de la investigación y de la vida económica y por consiguiente enfrenta todo intento de amordazar a la superstición, se sirvió de este caso para atrapar a las autoridades austríacas, a fin de que ellas adopten el punto de vista corporativo según el cual personas no diplomadas no sean admitidas para ejercer la medicina psíquica.

De hecho, Reik había visto impedido su ejercicio del psicoanálisis por una decisión del 24 de febrero de 1925. Lo que significaba una catástrofe económica, entre otras más, para el interesado. La reacción de Sigmund Freud no se había hecho esperar. Desde el 8 de marzo de 1925, había dirigido al consejero municipal encargado de salud, Prof. Julius Tandler, una carta que, en referencia a una entrevista que había tenido con él, contenía vivas objeciones a los argumentos del consejero. Allí encontramos, entre otras, esta frase mordaz:

Veo en la disposición tomada por el magistrado una injerencia injustificada en beneficio de los intereses corporativos de los médicos, pero en detrimento de los enfermos y de la investigación.

Sin embargo, era justamente un paciente americano de Reik, Newton Murphy, que se volvió psicótico luego de algunas semanas de tratamiento, quien había presentado una denuncia y había así desencadenado el procedimiento. Este paciente se había sentido claramente perjudicado. Freud informó al consejero que él mismo había decidido, para todos los casos confiados a Reik, que se trataba de pacientes que podían ser sometidos a un tratamiento psicoanalítico. Seguidamente atacaba a las autoridades sobre otro punto:

Si las instancias oficiales a las cuales el psicoanálisis debe actualmente tan poco, deciden reconocer su eficacia hasta el punto de admitir que puede ser peligroso en ciertas circunstancias, deben elaborar garantías a fin de evitar que dichas intervenciones peligrosas puedan ser producto de personas incompetentes, sean médicos o no. Un organismo de control de este género podría ser fácilmente establecido en la Asociación psicoanalítica de Viena.

Sesenta y cuatro años más tarde no ha sido encontrado aun en Austria ninguna reglamentación, y tales disposiciones que limitan toda práctica terapéutica a los médicos diplomados continúan en vigencia, a pesar de la nueva redacción de la ley de los médicos.

Karl Kraus por otra parte caricaturizó, en una glosa de 1926, las posiciones de Freud sobre el análisis profano, en una exageración grotesca:

En lo concerniente a la práctica psicoanalítica, la querella sobre el problema de la admisión de literatos proféticos u otros excelentes investigadores al ejercicio de la profesión podría ser decidida de la forma mas simple, de manera de evitar todo prejuicio corporativo, acusando de sabotaje a los médicos diplomados que la ejercen.

En 1925 y 1926, se asistía, por otras razones, a una situación convulsionada. La fundación de la policlínica psicoanalítica de Viena había perturbado ya a las autoridades, en particular al consejo sanitario regional de Viena, y, luego del reporte del Pr. Wagner Jauregg, sólo eran admitidos para trabajar allí analistas o candidatos con diploma de la Facultad de Medicina, so pena de cierre inmediato de la policlínica. Esto, en consecuencia, complico considerablemente la organización de cursos en el Instituto de formación recientemente fundado por la Sociedad de Viena, así como los controles permanentes de la administración.

La «Asociación de analistas médicos independientes, sección vienesa» fundada y dirigida por Wilhelm Stekel, no perdía ocasión de atacar a la Sociedad psicoanalítica de Viena, y criticaba especialmente al análisis profano. No por casualidad la Wiener Medizinische Wochenschrift había abierto sus páginas a la asociación de Stekel y publicaba los artículos de éste, por ejemplo «La reforma de la técnica analítica resultado de una posición nueva sobre la cuestión del inconsciente» por el Dr. Wilhelm Stekel de Viena, o bien «El enigma de la curación en el tratamiento analítico» por el Dr. Ernst Rosenbaum de Gross‑Enzersdorf, o incluso, con fecha 18 de septiembre de 1927, «Peligros del análisis profano» por el Dr. Stekel.

Este último había dado el 17 de octubre de 1924 una conferencia en la «Asociación de analistas médicos independientes de Viena» sobre El caso Hug‑Hellmuth y el análisis profano, al que dedica un articulo aparte en el nro. 21 de la Wiener Medizinische Wochenschrift (aparecido a comienzos de 1925). Planteaba el problema del análisis de padres y los problemas de contratransferencia que de allí se derivan; probablemente el asesino del analista era un enfermo mental. En conclusión, luego de plantear reflexiones muy concretas, Stekel pasa al ataque.

En todo caso, sólo el medico es capaz de hacer un diagnóstico diferencial entre la parapatia y la paralogía. El caso Hug‑Hellmuth debe concientizar sobre el peligro del análisis profano.

El «caso Hug‑Hellmuth» había tenido gran repercusión y la prensa se había hecho eco ampliamente del proceso que tuvo lugar en marzo de 1925. Hermine Hug‑Hellmuth se había dedicado al psicoanálisis de jóvenes y adolescentes, y, en 1919, había desencadenado una viva controversia entre los psicólogos de niños publicando el Diario de una adolescente; había muerto, víctima de un acto criminal. Cito aquí un extracto de la necrológica de Jos. K. Friedjung en la Revista internacional de Psicoanálisis:  Un grito desgarrador pone fin a una fructífera vida de investigador tranquilo, algo modesto por demás. El muchacho que tan frecuentemente aparece en sus primeros trabajos, al cual ella estaba ligada por el turbio destino de una segunda madre, se convirtió en su asesino. Ella le temía desde hacía tiempo, y, deprimida, había perdido gran parte de su interés por la existencia. El destino tomó así un curso trágico, y nos priva prematuramente de una militante valiente que supo luchar para hacer conocer los descubrimientos del psicoanálisis.

Hug‑Hellmuth era una analista no médica, introducida en 1908 en la Asociación de Viena por su analista Isidor Sadger. Pasaba siempre por la primera que:

   … por sus observaciones directas podía confirmar la audaz concepción de Freud sobre el ser verdadero del niño, y podía enriquecerla con una multitud de preciosas observaciones.

Pero en los años veinte, casi no era posible pensar en Hug‑Hellmuth y sus concepciones sin cierto malestar. Otro pasaje de la necrológica de Friedjung da cuenta de este problema:

Un amargo conocimiento ensombrecía sus últimos años: que nuestros más profundos conocimientos pedagógicos resultan necesariamente estériles si queremos explotarlos sin poder llegar al fondo de nosotros mismos.  Esta tragedia que se quiso aprovechar en contra del sentido educativo de las nociones del psicoanálisis las confirma, por el contrario, en forma absoluta.

En el momento en que se escribían estas líneas, el análisis didáctico se había convertido prácticamente en una obligación, y el Instituto de formación berlinés comenzaba ya una discusión sobre «las líneas directrices de la actividad pedagógica del Instituto», diferenciando entre candidatos médicos y no médicos desde punto de vista del cursus de formación y de los criterios de selección.

En septiembre de 1926, Georg Groddeck publica un artículo sobre El análisis profano en L’Arche, revista bimestral que él mismo fundó en 1925. Comenta el polémico texto de Freud sobre la cuestión del análisis profano («La question de l’analyse profane») que acaba de aparecer:

Este libro es producto del proceso que gravita actualmente sobre Viena, contra uno de sus alumnos, doctor en filosofía, no médico. Este hombre que ha realizado una formación psicoanalítica profunda bajo la tutela de Freud, y que trata a pacientes neuróticos desde hace años con tanto éxito como cualquier otro terapeuta, tuvo la desgracia de ver una enfermedad mental desencadenarse en uno de sus pacientes durante un tratamiento. Fue presentada una denuncia contra él, se le prohibió provisoriamente el ejercicio de la terapia, so pretexto de que no es médico y carece entonces de los conocimientos necesarios para el tratamiento psicoanalítico de los enfermos.

Theodor Reik había conocido a Freud gracias a sus tesis sobre Flaubert y la tentación de san Antonio. Contribución a la psicología de los artistas, en la cual había aplicado los métodos psicoanalíticos de la época e intentado hacer una presentación psicoanalítica de Flaubert y san Antonio. Este estudio no había pasado desapercibido, y recibió numerosas críticas, entre las cuales ésta, aparecida en 1913 en la revista Die Wage:

Ninguna biografía, aun la más detallada, pudo echar tanta luz sobre el misterio de esta sorprendente alma de artista como la pequeña obra de Reik. Después de él, se leerá a Flaubert desde un punto de vista totalmente diferente. En efecto, se trata de un método completamente nuevo de análisis literario y artístico que será aplicado con éxito a otros escritores y artistas. Mientras no caiga presa, como la teoría freudiana en general, del diletantismo y no nos obsequie uno de estos días una psychopathia sexualis del conjunto de la literatura mundial. Desgraciadamente nuestro decadente mundo literario no carece de tendencias de este género.

La misma revista publica en 1914 bajo el título de «Psicoanálisis y literatura» una crítica de Hans Natonek de otro estudio de Theodor Reik, «Schnitzler psychologue». Todavía se percibe aquí la ambivalencia del crítico que declara sin ambajes que el método psicoanalítico no siempre representa «una orientación verdaderamente simpática y que su éxito es muy desparejo» en la apreciación de la literatura. Por un lado reconoce a Reik un gran sentido literario, pero la jerga psicoanalítica le causa cierto rechazo. Pese a apreciar a Reik, ve en el psicoanálisis un peligro:

El psicoanálisis puede sin duda explicar a su modo la influencia y el atractivo que ejerce. Pero por el amor de Dios, ojalá nos ahorrara la literatura productora y reproductora! El subconciente no nos aburre ni molesta, pero la vida espiritual de casi toda una generación tropieza sin cesar con los obstáculos que el psicoanálisis hace surgir del subconciente para elevarlos a la conciencia.  Reik no se había hecho conocido para el gran público solamente por sus escritos sobre psicología del arte y de la religión; también contribuyó mediante numerosos artículos al desarrollo del psicoanálisis. En 1914 y 1915, había hecho un análisis gratuito con Abraham en Berlin y, desde el final de la guerra, era analista practicante en Viena. Una vez doctorado en filosofía, Reik había declarado a Freud su intención de estudiar medicina. Freud se había opuesto absolutamente, declarando: «Tengo otras ideas para su futuro, grandes proyectos».  Reik consagró un libro, aparecido en 1942 bajo el título From Thirty Years with Freud, a su estrecha relación con aquel que fuera su gran protector. No se encuentra allí más que dos comentarios sobre el tema que nos ocupa. Comentando El porvenir de una ilusión, Reik evoca La cuestión del análisis profano, y se pregunta qué partes de este texto podrían, veinte o cincuenta años mas tarde, ser consideradas como las más importantes.  ¿Será tal vez la discusión en profundidad del problema y la explicación de la postura de Freud? En absoluto. Lo que hará importante a este texto, es que la esencia del psicoanálisis es allí presentada con una claridad nunca antes alcanzada.

Esta reacción es bastante extraña. Porque si bien este texto no fue escrito sólo para defender a Reik, no deja de guardar una esencial relación con su propio destino ‑ el cual aparentemente no es tratado en un libro dedicado a la memoria de Freud. Incluye otra alusión más a la cuestión del análisis «profano», el recuerdo de una conversación con Freud sobre Dostoievsky, en quien Reik admiraba el talento psicológico «superior al de toda la Asociación psicoanalítica internacional». Freud y Reik compartían, finalmente, el punto de vista según el cual, idealmente, los que debían aprender y ejercer el método psicoanalítico debían ser los «psicólogos natos». Estos últimos no se hallaban únicamente entre los psiquiatras y neurólogos. Según Reik, en este grupo eran tan pocos como en cualquier otro. Como Freud escribió a Pfister en una carta de 1926, La cuestión del análisis profano era a la vez un texto polémico y una obra de circunstancia. Era un panfleto dirigido contra el exterior, contra las autoridades y las organizaciones de la Orden de los Médicos, uno de cuyos objetivos, y no de los menos importantes, era también exponer sus propios deseos y concepciones a sus propios adeptos. Freud, con este texto, desencadenó una discusión en el interior de la IPA ‑que he presentado en 1977 en un estudio detallado. Aquí se trata únicamente del «proceso Reik», que se desarrolló a la vez en el interior del movimiento analítico y en el exterior‑ en particular en lo que se llama la recepción de Freud y del psicoanálisis. Aquí se trata, precisamente, de esta discusión ampliamente pública. En efecto, el problema del análisis «profano» se había convertido en los años 1926 y 1927 en un tema de interés general en la prensa vienesa, fenómeno que apenas se corresponde con el mito excesivamente difundido de la indiferencia absoluta en que se mantenía al psicoanálisis en esta época.  El 14 de julio de 1926, la Neue Freie Presse publicó en el rubro «Cronicas» un artículo de Walter Finkler intitulado «Psicoanálisis y sabotaje de tratamiento. Hipócrates contra Paracelso». Luego de una corta introducción, escribe: Este penoso asunto no cae del cielo. Los iniciados saben desde hace tiempo que los médicos, con los analistas médicos a la cabeza, se oponen vigorosamente a los analistas profanos. El Prof. Freud gusta de confiar reiteradamente casos difíciles a no médicos porque su ausencia de prejuicios, su libertad respecto de las doctrinas enseñadas los vuelve mas aptos para la aplicación de esta terapia que es, en todo caso, revolucionaria. En esta necesidad hecha virtud, los médicos ven sin embargo un riesgo latente, ya que los que no son más que analistas, por mas serios que sean, están inermes ante eventuales accesos, explosiones de afecto y otras complicaciones. El asunto vienés no es, en el fondo, un asunto jurídico. No se trata sólo de preservar intereses corporativos, de impedir a los no diplomados de tratar pacientes por dinero ‑lo que constituye de hecho el delito de sabotaje de tratamiento propiamente dicho. La cuestión del resarcimiento no es de hecho mas que el punto de anclaje del procedimiento jurídico. Según el autor, el agravamiento del estado del paciente es un estadio transitorio quasi necesario en un psicoanálisis. Pero no son esos más que peligros latentes que surgen cuando el paciente abandona la cura a mitad de camino.

De la misma forma que el cirujano, el analista no produce la enfermedad; ellos la descubren y extraen su raíz. En ambos casos corre sangre, pero aquí tu mismo debes además sostener el bisturí. Esta es la justificación del análisis al tiempo que su límite. No siendo una indicación laxa, la operación no debe ser, aun en el dominio psiquico, mas que la ultima ratio, el último recurso.  A continuación el autor opone el «médico nato» a aquel que ha devenido tal por medio del aprendizaje:  Por cierto, el médico de almas tiene menos necesidad de un entrenamiento escolar que de la facultad innata de poder entrar en los sentimientos de otro, comprenderlos, curarlos. No hay duda alguna de que un gran numero de psicoanalistas posee ese don divino. Sería terriblemente lamentable que sus fuerzas se perdieran para la humanidad… ¿A quién confiar el constatar la diferencia y decidir donde comienza el charlatanismo y dónde el don de Dios? ¿A un diploma de médico?    De allí deduce, en forma algo sorprendente, un consejo a los analistas:  Así, el problema que parecía tan difícil encuentra una solución perfectamente banal, pero no por ello menos satisfactoria. El que siente en sí el don divino de curar debe ‑por su bien y el de la humanidad‑ hacer estudios de medicina.

El mismo numero incluye bajo el título «El caso del Dr. Reik y el sabotaje de tratamiento» un parágrafo titulado «Un informe del consejero áulico Wagner‑Jauregg»:

El Prof. Wagner‑Jauregg, psiquiatra en jefe de Austria, neurólogo y consejero áulico, puso a la disposición del consejero sanitario superior un informe cuya frase de conclusión estipula que los médicos son los únicos autorizados a tratar enfermedades nerviosas y psíquicas, cualquiera sea el modo de tratamiento, psicoanalítico o no, dado que son los únicos con posibilidades de diagnosticar enfermedades nerviosas y enfermedades mentales.

 Y fair play, agrega:

Un grupo de psicoanalistas que pertenecen a la escuela del Prof. Freud son, por el contrario, de la opinión de que el psicoanálisis, el examen de los procesos psiquicos y la puesta a descubierto de los origenes de estos procesos no competen necesariamente al dominio del médico. El presidente de la cámara de médicos de Viena, Dr. Thenen, toma posición sobre el sabotaje de cura, que es tan difícil de combatir porque, en la mayoría de los casos, es imposible verificar la aplicación de los reglamentos. El presidente se opone a la libertad terapéutica que reina en Alemania y a los charlatanes no médicos que pueden ejercer allí. Se refiere a la Asociación de analistas médicos independientes de Viena, que a menudo tomó posición contra el ejercicio del psicoanálisis por los no médicos. Bajo el titulo de «Los medios de psicoanalistas nos comunican», dice en primer término:

El Prof. Freud ha sostenido ampliamente, desde siempre, a sus alumnos mas próximos, derivándoles, entre los numerosos casos que se apiñaban en su consultorio, los que juzgaba mas apropiados; en el curso de los últimos anos, pudo convencerse de que el Dr. Reik, que se había hecho un nombre entre el público por sus trabajos de filosofía y psicología, tenía un don para el psicoanálisis muy superior al de los médicos que dicen ser de su escuela, y era a el a quien confiaba los casos mas difíciles ‑asi como también a su propia hija, Anna, que se mostró extremadamente capaz.

Luego de una digresión sobre la situación en America ‑donde un analista de Viena había podido ejercer el análisis en Chicago sin pasar exámenes, pero sin embargo no tenía derecho de hacer prescripciones‑ la argumentación continúa, refiriéndose a los masajistas y a los dentistas, libres de la obligación de ser médicos, y encuentra extraño que a un psicólogo excelentemente formado le sea prohibida la práctica del análisis. Al final dice:

La interdicción de practicar que ha sido dictada contra el Dr. Reik, pese al informe del Pr. Wagner‑Jauregg, consejero áulico, no esta fundada en nuestras leyes, y la denuncia presentada por el cónsul de América contra el Dr. Reik puede ser calificada, tomando en consideración la costumbre dominante en su patria, como contraria a la sana reflexión. El 18 de julio de 1926, aparece bajo el gran titular de «El Dr. Reik y el sabotaje» la publicación de una carta del Dr. Freud a la Neue Freie Presse. Esta carta de lector, sólo impresa en traducción inglesa en la Standard Edition, aporta algunas rectificaciones. Freud cita el parágrafo mencionado más arriba sobre el Dr. Reik y su hija Anna. A continuación escribe: Creo que el mismo Dr. Reik sería el primero en no aceptar que nuestras relaciones se basen en una motivación de ese tipo. Pero es exacto que apele a su competencia en casos particularmente difíciles, pero únicamente, en todo caso, en aquellos cuyos síntomas estaban alejados del dominio de lo corporal. Jamás dejé de decir a los pacientes que el no era médico sino psicólogo.

Mi hija Anna se dedicó al análisis pedagógico para niños y adolescentes. Jamás le encargué un caso de enfermedad neurótica adulta difícil. El único caso que presentaba síntomas graves, rozando la psiquiatría, que ella haya tratado hasta el momento, ha justificado, de todas formas, por su completo éxito, la autorización medica.  En esta carta, Freud incluso anuncia a la redacción la aparición de La cuestión del análisis profano. Siente el deber de defender a Reik y a su hija Anna, pero también de protegerse a sí mismo. Su carta concluye así:

Dado que he abandonado mi consultorio en Viena, y sólo me limito a un pequeño número de extranjeros, espero que esta declaración no me signifique una denuncia por publicidad contraria a los reglamentos de la orden.  El 22 de septiembre de 1926 la Neue Freie Presse publica un extracto del libro de Freud bajo el titulo «Del taller del psicoanalista: la cuestión del análisis profano». En mayo de 1927, el proceso contra Theodor Reik es cerrado. En enero del mismo año, Wilhelm Stekel, figura siniestra de este juego de poderes desplegado en torno de Reik, publica un artículo titulado «Sobre la cuestión del análisis profano» en la edición matinal de la Neue Freie Presse. El artículo empieza con un elogio a Freud muy ambivalente:

No sólo la filosofía [esta cita de Bleuler que hablaba de hecho de la psicología es incorrecta] sino también la medicina deberá distinguir entre un antes y un después de Freud.

 A continuación afirma que los primeros alumnos de Freud eran al mismo tiempo médicos:

 Los filósofos y profanos sólo llegaron muy posteriormente. Los primeros congresos de psicoanalistas eran congresos de médicos. En esa época, Freud no toleraba que sus filósofos se tomaran pacientes. Rank era destinado a estudios literarios, y Reik igualmente, así como también a la psicología religiosa, dominios en los que sobresalieron. ¿Qué pudo llevar a Freud a modificar su punto de vista y a librar el psicoanálisis a los profanos? ¿Haber sido abandonado por numerosos médicos notables que siguieron sus propios caminos? ¿Vengarse de la Orden de los Médicos que durante tanto tiempo ignoró su magnitud? ¿No sabía, pese a su profundidad, su clarividencia, que es necesario tomar distancia de una cosa, por más grande que esta sea, para apreciar su verdadera dimensión?… ¿por qué provocar al cuerpo medico, si uno de sus alumnos profanos tuvo un proceso donde fue acusado de sabotaje de cura? ¿Por qué presenta en su artículo la cuestión del análisis profano de forma tan simple que podría decirse que el tratamiento de un neurótico por un profano no presenta peligro alguno? […] Diríase que el resentimiento y las pasiones pueden llegar a enceguecer incluso al genio. Habría mucho que decir sobre las perniciosas consecuencias de un análisis que ha fracasado y un mal diagnóstico que ha conducido al análisis.                                    

 Stekel cita a continuación un artículo sobre «Los peligros, limites y abusos del psicoanálisis».

Publiqué esta conferencia en alemán en la clínica médica, a fin de sacudir a los médicos y alertarlos contra una utilización demasiado mecánica del psicoanálisis.

Este artículo, que lleva por título «Límites, peligros y abusos en psicoanálisis», apareció en 1922. La insinuación, alusión o denuncia continúan. Dice que no sabe si no es peor el remedio que la enfermedad. Luego de un análisis demasiado prolongado, el paciente tal vez esté curado de su síntoma, pero [en cambio] padece una «neurosis analítica».  ¿No resulta llamativo ver que tantos analistas pusieron fin a sus días, pese a ser grandes talentos, hombres geniales, grandes esperanzas para el futuro? Me conformaré con nombrar a los vieneses Tausk, Schrotter y Herbert Silberer.

Entonces, Stekel asesta su gran golpe:

Freud funda toda su teoría en la oposición entre el yo y el ello, entre conciente e inconciente. Voy a manifestar una idea herética: no creo en absoluto que el inconciente exista. Una experiencia de veinte años me ha enseñado que los pacientes lo saben todo, que sólo dan prueba de una voluntad de no saber. El análisis es aprender a ver lo que no se quiere ver.

Vuelve a continuación al recurso de la insinuación:  No quiero traicionar secretos presentando fracasos que he observado en los análisis de «profanos». Nomina sunt odiosa. Pero afirmo que una seria formación en neurología, psiquiatría y clínica es indispensable para todo analista que no quiera rebajarse al nivel de un saboteador […]

Si Freud estima que los médicos no han aprendido suficientemente el análisis, esto sólo puede resolverse formando mejor a los médicos. Pero creo que un buen médico, aun sin formación, obtendrá más resultados que un profano, provisto de una formación analítica profunda. No es el método lo que cura, sino el médico.

 A continuación afirma:

No quiero dar ejemplos de mi propio trabajo. Pero podría revelar unos cuantos secretos de la escuela de psicoanálisis.

Y al final alcanza la culminación de la perfidia:

Los médicos han herido gravemente a Freud en los primeros tiempos de sus investigaciones. Ahora él se venga. Pero es demasiado tarde. El psicoanálisis se ha convertido en un componente demasiado precioso de la ciencia médica, que ésta no se dejará arrebatar. Si los médicos no han protestado a gritos contra las tesis de Freud, ha sido por respeto hacia a su personalidad, y por el profundo sentimiento de gratitud que todos nosotros ‑sin excepción‑ le profesamos

 

Fuente:

Revue Internationale d’ Histoire de la Psychanalyse, 1990, nro 3, 57‑69.

 

Traducción:

María Isabel Fontao