Cofradía Sigmund Freud en Cuernavaca

Los tiempos polémicos del Concilio

Lemercier, que conmocionó a la Iglesia, murió en el silencio

Armando Ponce y Manuel Robles

9 ENERO, 1988 / revista Proceso

La muerte de Gregorio Lemercier, el sacerdote belga que hace un cuarto de siglo sacudió a la Iglesia Católica con sus reformas litúrgicas y la introducción del psicoanálisis en la formación de los monjes benedictinos, pasó desapercibida.

En el pequeño poblado de Santa María Ahuacatitlán, Morelos, a 10 kilómetros de Cuernavaca, desde donde Lemercier se anticipó a los cambios de la Iglesia en el mundo —provocando entusiasmo, asombro y escándalo—, el exobispo de la diócesis, Sergio Méndez Arceo, le dio el adiós definitivo en una misa a la que asistieron sus familiares y amigos más cercanos, el martes 29 de diciembre pasado, un día después de su muerte.

En la capilla del monasterio, en donde se ofició por primera vez una misa de frente y en español, Méndez Arceo pidió a los presentes “romper el silencio” sobre la obra de don José de Lemercier (su nombre de laico) y que asumieran la responsabilidad de que su herencia no fuera estéril.

“Lo habían reducido al silencio, un silencio que él había aceptado”, dice ahora a Proceso Méndez Arceo, en su casa de Ocotepec, también en las cercanías de Cuernavaca, al revivir su conflicto con el Vaticano.

Méndez Arceo sintetiza hoy lo que fue su relación —”no exenta de diferencias, pero sin un solo pleito”— con el que fuera su asesor teológico en el Concilio Vaticano II, “cuyo caminar de monje fue cortado violentamente”.

Al igual que, en 1952, cuando don Sergio ofreció por primera vez en el monasterio benedictino de Lemercier, el exobispo se manifestó nuevamente comprometido “como cerrando el ciclo de esa relación con el monasterio, que yo consideraba como un elemento importantísimo de la diócesis; realmente la renovación litúrgica llegó a México por ese monasterio”.

La esposa de Lemercier, Graciela Rumayor, sonorense de 50 años de edad, habla también del “silencio” del “señor Lemercier, don José o Jef”, como se refiere a él, que atribuye a su prudencia.

En el despacho donde Lemercier pasó con ella los últimos 10 años estudiando la historia del estado de Morelos, desde la época prehispánica, Rumayor dice:

“El no quería publicar determinados documentos, que involucraban a gentes que todavía viven. No quería utilizar el momento, a pesar de que lo criticaban Don Sergio pensaba que debía contestar. Don José tiene en su archivo todo el juicio de Roma, cada uno de los interrogatorios a los que fue sometido”.

Sin embargo, Lemercier, hacia sus últimos días, parecía haberse decidido. Según la señora Rumayor, este mismo año pensaba trabajar en los pormenores del juicio para darlos e conocer.

Asimismo, cuando Lemercier —gravemente enfermo— se sintió al borde de la muerte, en julio de 1987, previo a una intervención quirúrgica del cerebro, entregó a su esposa un texto en el que reafirma su postura rebelde, que muchos consideraron “diabólica” En una variante de su “Padre nuestro”, que conmocionó a los católicos de los años sesenta.

Escribió en una cuartilla en blanco, en la que puso la fecha de su nacimiento: 1o de diciembre de 1912, que su esposa entregó a Proceso con una aclaración: “Ultimos deseos de Joseph Gregorio Lemercier Diciembre de 1987”:

Gregorio, Gregorio, ¿por qué me has abandonado?

Padre, te perdoné tus ofensas, así como me perdonaste las mías,

y siempre te he buscado.

Ahora que me voy de este mundo,

ya no te busco en las casas de piedra, sino en la ceniza de la tierra,

ya no te busco en las flores del campo, sino en la sonrisa de los míos,

ya no te busco en la liturgia de unos, sino en la amistad de todos

Prepárame tres tiendas, una para Cristo, una para Graciela y una para mí

y con Cristo resucitado te seguiré buscando.

Su esposa, por su parte, lo define a su modo como un hombre de una fuerza de voluntad “avasalladora, pleno de autenticidad, humilde”, pero al mismo tiempo que “no se tomaba en serio”.

—¿Cómo compagina esta idea con la de un Lemercier misterioso y duro?

—Esa impresión daba su físico, de una personalidad imponente Es la impresión contraria a lo que él era Pero su disciplina era real Nunca permitía que algo se saliera de la regla Mucha gente se sentía lastimada cuando él les decía la verdad Y pensaban que no los quería Pero era al revés: lastimándoles les enseñaba Trataba siempre de encontrar la verdad No porque creyera que la tenía, sino por la importancia de buscarla.

Niega la señora Rumayor que su separación de la Iglesia hubiera amargado a Lemercier Aún más: llegaba a defender a la Iglesia de quienes se atrevían a criticarla e, inclusive, “los desconcertaba”.

En suma, “no había en él rencor ni conflicto”.

Y lo justifica en todo momento Sale al paso de lo que podría denominarse la “leyenda negra” de Lemercier Dice:

“Don José, Ivan Illich, Don Sergio fueron los que abrieron la brecha. Se adelantaron a su tiempo. Por ejemplo, las monjas de mi escuela no podían entender los cambios del señor Lemercier. Ahora todo mundo los acepta. Pero entonces se fantaseó mucho. Algún día les enseñaré la prensa de la época. Todo se manejó muy mal. Con mucho morbo

Y él ya no quiso contestar”

Añade que a sus impugnadores nunca les hizo caso:

“Por ejemplo, nunca leyó el libro de (Mauricio) González de la Garza Era muy libre en eso Decía: `Sí, ya sé lo que va a decir Son tarugadas No vale la pena, Graciela, hay que dejarlas pasar’ La tranquilidad y la paz que tuvo nunca se rompieron”

El nombre de la psique

Reformista intachable para unos, rebelde que confundió el papel de la Iglesia en el mundo, para otros, Lemercier inició la aplicación del análisis de grupo en el monasterio benedictino, a raíz de que, en 1961, tras un cuadro semialucinatorio provocado por un cáncer en el ojo, fue intervenido quirúrgicamente

Pero él mismo se sometió a la terapia individual con el doctor Gustavo Quevedo, quien le había sido recomendado por el célebre psicoanalista Santiago Ramírez Este a su vez declinó practicarle el análisis y lo envió al oftalmólogo

El mismo Ramírez recuerda ahora los orígenes del psicoanálisis en el monasterio cuando habla del escritor Mauricio González de la Garza:

“De la Garza no tenía ninguna práctica psicoanalítica Simplemente se hallaba recluido en el monasterio para hacer su tesis de literatura Homosexual él, como casi todos los monjes, se convirtió en su psicoterapeuta”

En una conversación telefónica desde su casa de Cuernavaca, el autor de El mito del mexicano explica que González de la Garza “fue corrido rápidamente por Lemercier, quien dejó al frente de las prácticas a psicoanalistas profesionales, como el doctor Quevedo y la doctora argentina, Frida Zmud” Y elude:

“No tengo mayor relación con el asunto No creo en el psicoanálisis de grupo”

Quevedo y Zmud fueron los protagonistas de la experiencia psicoanalítica ante la cual reaccionó airadamente Roma

Para Sergio Méndez Arceo, el psicoanálisis no fue el centro del conflicto, aunque defendió el derecho de Lemercier a “concebirlo como íntimamente ligado a la formación de los monjes benedictinos” Explica:

“El monasterio no era nada más el psicoanálisis, eso hay que subrayarlo Porque no se inició el monasterio pensando en el psicoanálisis Eso vino después, cuando Lemercier vio la necesidad de experimentar el psicoanálisis por sí mismo Había otros aspectos por los que el monasterio creaba conflictos Por ejemplo, la profunda renovación litúrgica, que no gustaba tal vez a las iglesias particulares de México e, inclusive, a muchos de sus hermanos benedictinos de otra congregación No gustaba al delegado apostólico, que se empeñó en que hubiera una visita al monasterio, que hizo el padre Zimmerman, prior del Tepeyac y cuyo informe fue ampliamente favorable, como lo fue también la visita del abad primado, unos meses antes Yo lo considero un monasterio ejemplar Se lo dije al Papa: `no hay muchos monasterios así en el mundo entero’” Reitera:

“El psicoanálisis no fue lo principal, sino lo que más chocó Fue el desbordamiento por esa desconfianza general al psicoanálisis Yo hablé de eso en el Concilio, como si el psicoanálisis no destruyera necesariamente lo religioso en el hombre, cuando es estudiar lo religioso También hablé de Darwin, de la evolución Y no hablé de Marx, cuyo método ya es aceptado por la sociología y cuya influencia no está ligada necesariamente al ateísmo”

Por último, Méndez Arceo habla de los frutos del monasterio como los de un “centro dinámico en el pensamiento y en la acción cristiana en México y como uno de los elementos vitales para la participación del Concilio en el país”

No le quitó un peso de encima al entonces obispo de Cuernavaca, el hecho de que la Santa Sede detuviera el impulso que Lemercier dio a Santa María de la Resurrección Dice:

“Todo lo contrario Caminar hacia adelante causa conflictos Y el del monasterio, en la diócesis de Cuernavaca, no era el único La vida cristiana es una vida conflictiva Ser cristiano y seguir a Cristo causa muchos conflictos La vida misma de Cristo es conflictiva Así que no La cancelación del monasterio la sentí y la resentí”

“No fue un fracaso”: fray Gabriel

En el monasterio benedictino del fraccionamiento Lago de Guadalupe, estado de México, fray Gabriel Chávez de la Mora recuerda orgulloso los 12 años que pasó en Santa María de la Resurrección, cuya capilla redonda —que diseñó y construyó en 1957— significó el primer altar mexicano en el que se ofició una misa de frente

El también arquitecto egresado de la Universidad de Guadalajara dice que ello marcó, además, el inicio de los cambios en el simbolismo litúrgico en todo el país

Discípulo de Lemercier, a quien recuerda como “mi padre Prior, el maestro y el fundador” del monasterio morelense, Chávez de la Mora cree que la historia valorará “muy positivamente” la aplicación del psicoanálisis, niega que su práctica monacal “haya sido un fracaso” y afirma que la prensa nacional provocó un “escándalo” en aquel entonces Se pregunta:

“¿Cuántos sacerdotes o ministros religiosos acuden hoy en día a esta ayuda técnica y científica, sin ningún problema?”

Y agrega, satisfecho de sí mismo, a una pregunta sobre si le sirvió la aplicación del psicoanálisis en el monasterio, al que se sometió voluntariamente a principio de la década de los sesenta:

“¿Que si me sirvió? ¡Usted vea!”

Aún más, el monje benedictino cree que todavía hoy es un buen momento para reiniciar la aplicación del psicoanálisis en los monasterios Y se anima:

“Creo que ha faltado un grupo específico o un líder interesado en aplicar esa técnica”

Con todo Chávez de la Mora no cree que lo ocurrido en Santa María de la Resurrección sea un proyecto viable actualmente Explica:

“Tal cual como se hizo allá, tal vez no ¿Por qué? Por que es sumamente duro el psicoanálisis de grupo y vivido con personas con las que se convive todo el día Imagínese a toda una familia en psicoanálisis Sería algo difícil, sin duda Y a lo mejor hay momentos en que no conviene Todo ello me deja una duda sobre si conviene o no revivir lo ocurrido en el monasterio Pero no se puede hablar de un fracaso Ahora hay aquí, en México, sacerdotes que utilizan parte de esa técnica”

Los recuerdos brotan espontáneos de la mente de Chávez de la Mora quien habla en un pequeño recibidor del monasterio benedictino anexo a la capilla que él también diseñó y construyó, y en la que se vela —miércoles 6— el cuerpo del monje benedictino de origen estadunidense, Odo Zimmerman, enviado como delegado apostólico a Santa María de la Resurrección, muerto horas antes

El propio Zimmerman, fundador del monasterio del Estado de México, al que llegó proveniente de la casa de Lindavista, había recibido la encomienda de investigar el proyecto de Lemercier, luego de las advertencias formuladas desde Roma, con el aval del Papa

“Nosotros mandábamos informes, pero no nos creyeron Por eso mandaron a Odo Pero nuestra casa era de cristal”, dice Chávez de la Mora, quien da a conocer lo ocurrido entonces:

“El asunto quedó en manos de los tribunales romanos De las advertencias iniciales, nadie resolvía nada El caso llegó hasta los tribunales máximos de la Iglesia, la cual no tiene nada contra el psicoanálisis Ya no se insistió después ¿Por qué? Porque se comprendió que era una ayuda: una técnica psicoanalítica como un complemento pedagógico a la vida monástica, a su dureza; un complemento, al considerarla como un apoyo para la grandeza del ser humano La historia valorará muy positivamente el experimento de Santa María de la Resurrección”

Impresiona el currículum profesional del monje benedictino, autor de un sinnúmero de iglesias, entre ellas la Basílica de Guadalupe Para eregir la capilla morelense, contó con el apoyo del obispo local, Sergio Méndez Arceo, y con el aval de las autoridades eclesiásticas del país

A 25 años de aquel escándalo, Chávez de la Mora explica:

“¿Por qué oficiar la misa de frente? ¿Por qué hacerla en español? Y lo que hace años fue un cambio, una revolución, hoy es algo que se pide Habíamos captado antes esa necesidad Se oponían los monásticos, los litúrgicos, los interesados en la Biblia Yo mismo llegué a recibir acusaciones de profano, por mis artesanías religiosas Pero hoy como que todo aquello no nos asusta”

En defensa de Lemercier, Chávez de la Mora —que concelebró al lado de Méndez Arceo sus exequias— niega también que el Prior haya obligado a los aspirantes al monasterio a participar en el psicoanálisis

Y agrega que, a diferencia de lo que se creyó comúnmente, la aplicación de la técnica freudiana no tuvo el fin primordial de la vocación sacerdotal Aclara:

“No era para eso, sino un complemento pedagógico destinado a la búsqueda de la plenitud humana No era para dilucidar una vocación Para unos, sí fue una ayuda en su vocación, y qué bueno que fue así Para otros, fue un complemento en su vida espiritual Pero a nadie se le forzó”

Dos benedictinos, dos visiones

El hermano Benito Verber, nacido en 1923 y el hermano José Martínez, nacido en 1938, son dos monjes que viven en el monasterio benedictino de Ahuatepec, Morelos, muy cerca de Cuernavaca por el camino a Tepoztlán Ambos vivieron en Santa María de la Resurrección Ambos, ahora, al salir de la capilla, acceden a hablar Sólo hay una diferencia entre ellos, porque los dos respetan y quieren a José Lemercier, al que el primero llama “padre espiritual” y llora al recordarlo: mientras que fray José exalta la práctica del psicoanálisis, fray Benito la considera nefasta porque “hizo decaer la vida espiritual del monasterio, afectó la fe y acabó por destruirlo”

Dice fray Benito: “No vi que fuera provechoso para nadie y estoy hablando por experiencia propia A nadie le recomendaría el psicoanálisis”

Dice fray José: “A mí me ayudó mucho Me dio seguridad, pude exponer problemas y hacer apreciaciones personales A don José le debo que, cuando salí del monasterio me recomendó que no dejara el psicoanálisis No lo dejé y me fue muy bien”

Fray Benito nunca quiso psicoanalizarse: “Don Gregorio obligaba, y cuando a mí me lo propuso y no lo acepté, ya no me quiso obligar”

Fray José guarda un grato recuerdo cuando, allá por 1958 participó en los inicios de la terapia grupal con Mauricio González de la Garza al frente: “Me ayudó a descubrir en mí una especie de independencia Hubo un cambio en mi interior Luego el padre Lemercier lo sustituye por el psicoanalista Quevedo y Mauricio se enfurece Ataca entonces a don Gregorio, salen los libros más terribles Me asombró mucho esa personalidad de Mauricio que yo no conocía, desubicada y fuera de la realidad; salió la bestia, lo más bajo”

Tampoco fray Benito está de acuerdo con El padre Prior, de González de la Garza: “Es un libro fantasioso, realizado por despecho”, opina

—¿Creó problemas el psicoanálisis? —se le pregunta

—La destrucción de esa casa —responde tajante—, una casa que fue floreciente

—¿Se provocaron escándalos?

—Refiriéndose a Freud, el individuo se basa en el sexo Para liberarse no hay que reprimir Porque si se reprime le viene una neurosis Pero desde mi punto de vista, la razón debe poner un freno a los deseos Cómo voy a matar si deseo hacerlo Además, el psicoanálisis crea una dependencia del analista; no libera, encadena Por otra parte, la Iglesia se opuso porque no acepta que se hagan experimentos como conejillos de indias y el psicoanálisis hacia 1960 estaba en pañales”

Para fray Benito no es un auxilio en el reconocimiento vocacional: “La vocación viene del Espíritu Santo —dice—, eso es lo que me mueve, no el hurgar en mi inconsciente Dios nos llama, y ya nosotros decimos sí o no”

Una ocasión en que José Lemercier visitó el monasterio de Ahuacatepec, fray Benito, su hijo, le recordó la destrucción de ese monasterio que llegó a tener 60 monjes y de los cuales sólo continuaron en la orden Gabriel Chávez de la Mora, el padre Antonio (que vive en Francia), José Martínez (aunque no se ordenó con Lemercier) y él Cuenta que le dijo: “Por qué, padre, la soberbia” Y que Lemercier no le contestó

No puede evitar conmoverse ante su muerte y se refiere a él como “una persona recta, muy de Dios, pero que se llenó de orgullo” Por eso fray Benito no lo siguió en la vida laica: “primero conocí Iglesia, luego padre”

Fray José piensa: “Ahora más que nunca se necesita la persona de Lemercier, para que las gentes no identificadas consigo mismas se conozcan, porque la sociedad está produciendo personas desequilibradas, alienadas Lemercier hablaba con todos como padre de la comunidad y creo que se dio cuenta que era necesaria esa ayuda psicoanalítica”

Del monasterio de Ahuatepec se viaja al de Aguacatitlán, donde una veintena de personas del pueblo rezan en la capilla el último rosario para Gregorio Lemercier Graciela Rumayor, su viuda, está ahí, en el mismo lugar donde hace unos días, durante la misa que ofreció don Sergio Méndez Arceo, apenas participó:

“Lo único que dije fue el silencio Es muy difícil hablar El silencio podrá hablar algún día”

Del sitio de Rodolfo Álvares del Castillo

«Psicoanálisis en el Monasterio de Cuernavaca» (1966)

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Agradecemos a Rodolfo Álvarez del Castillo, el compartir el texto de Frida Zmud «Sublimación y creatividad en una comunidad religiosa»